Deja que te diga que me duele el alma.
Nunca creí que pudiera quererte tanto que un simple gesto tuyo, o una palabra ligera, lograra entrar en mi mente machacando la razón y volviéndolo todo borroso.
Siempre me rindo a tus pies, siempre acudo encantado a tus llamadas, siempre sonrío alegre cuando me necesitas, o cuando sé que puedo necesitarte... aunque cuando más requería tu compañía me regalabas una ausencia.
Y en los días más sombríos, esos días en los que las horas pesaban como el plomo, cuando veía el mundo desde abajo, entonces necesité más que nunca una sonrisa, una frase complaciente, aunque fuera irreal, aunque fueran unos minutos...
He cambiado esos minutos por miles de lágrimas y condenas, y aún sintiéndome enfurecido no he podido evitar sentir también la culpabilidad y el egoísmo con el que quería tenerte a mi lado.
Sigo herido... pero no puedo evitar quererte una inmensidad.
Y lo siento si te he hecho sentir mal... pero cuanto más aprecias a alguien más te duele...